Pilux: Revivir los buenos corridos

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De 28 años y originario de Hermosillo, Sonora, Pedro Valle Ortíz recibió el apodo de “Pilux” desde la infancia cuando se vestía con un mameluco de marca “Pilucho” (“desnudo” en el argot chileno). Y es así como se presenta ahora: con letras explícitas y desnudas como en su sencillo “Sin amigos”, con una fusión de urbanorteño, género que mezcla ritmos callejeros como el hip-hop, el trap y el rap crudo con las clásicas sonoridades de la música regional del norte del país.

Tu sencillo “Sin amigos” es un pedazo de tu autobiografía, ¿cierto?

Sí, retrata una parte importante de mí, cuando era pequeño en Hermosillo, de cómo mi mamá se la rifó con mi carnala y conmigo. No fue una vida fácil, tuvimos muchas carencias. Entonces, el llegar a donde estoy ahorita –aunque no sea multimillonario– tiene mucho que ver con la vida que tuve antes: no quería que mi mamá estuviera estresada por comida, por dinero. Después, en 2014, me fui a la Ciudad de México cuando me gané una beca en la SACM.

¿Con cuál de todos estos géneros que mezclas te sientes más identificado?

Lo de la parte norteña me gusta por lo mismo que soy de allá; me gustan mucho los corridos viejitos, de Los Invasores de Nuevo León, Chalino Sánchez, Valentín Elizalde. Parte de la cultura de Hermosillo extrañamente es también el hip hop, muy cabrón, si yo le rapeo una canción a alguien sabe cuál es. Yo he escuchado rap desde muy morrito, desde los 11, 12 años, canto corridos, toco la guitarra. Mi familia es de músicos. Sin embargo, yo pienso que todos me representan por igual; mi playlist es de regional y urbano.

Tu discurso es muy particular, tienes palabras altisonantes, una lírica agresiva. ¿Temes a la cultura de la cancelación?

Pues mira, no tengo temor como tal, sí estoy consciente de ella. Sin embargo, algo que tengo muy en consideración es que puedo hacer una canción bonita para todos, una canción entrañable. Al menos la gente de Hermosillo, del norte o mi público en general, necesitan decir las cosas como son y se acabó. Tengo rolas como “Qué bien que te vas”, que es de amor, y puedo jurar que más me van a recordar por una grosería que digo, pero doy el contexto de por qué, y es porque sí está sufriendo esa persona. No es decir: ¡“oh rayos, cómo estoy sufriendo”! El mexicano es malhablando, ¡sincho, sincho!

Entonces sin eufemismos, “al chile”, pues.

¡La neta, nel!, ¡la gente a mi alrededor me dice que no tengo pelos en la lengua! Mi música es así, en las canciones se representa lo que uno quiere. Yo hablo así y el mexicano es mal hablado, no voy a decir mentadas toda la rola, pero dentro del discurso están las groserías para potencializar lo que se está expresando, por eso es que me permito ese tipo de léxico.

¿Cuál es el mensaje que quieres aportar a la cultura de la Ciudad de México y la del norte, que es distante, sobre todo en un país centralizado?

Yo lo que quiero revivir son los buenos corridos, la buena música regional, porque hay un amplio mercado, pero hay generaciones que no escuchan eso, puro reggaetón y electro. Yo quiero llegar a esa audiencia y decirles: “Mira, esto es de lo que te estás perdiendo”. Es esta cultura de norteño, regional, que puede sumar a la vida de las personas. Como “El árbol de la horca”, ese sonido de antaño que se fue perdiendo poco a poco es algo que me parece chingonsísimo.

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