Su presencia física ya no existe pero sin lugar a dudas David Bowie seguirá siendo un ejemplo a seguir por muchos y aquí compartimos algunas de las claves que lo llevaron a ser el número uno a nivel mundial.
Cambiar constantemente su estilo musical para satisfacer nuevas modas y tendencias.
Su obra videográfica se caracteriza por un estilo visual formado con base a símbolos, conceptos e ideas habituales.
Bowie no se privó de nada: teatro, cine, música y cuanto medio expresivo pudiera enumerarse fue recorrido con su estilo de manera eficiente.
Escribió páginas importantes de la historia musical de las últimas décadas, se mostró alternativo, pragmático, comercial, vanguardista, equilibrado y extremista a la vez. Hoy, mitad figura de culto por su pasado, mitad admirado por su presente. El peso de la moda en su obra es evidente; fue de los primeros músicos en encargar a un diseñador el vestuario de sus conciertos, como hizo con el japonés Kansai Yamamoto, responsable del famoso mono negro con perneras abultadas de la gira “Aladdin sane”, de 1973. Bowie no se apuntó a modas imperantes sino que se adjudicó una personalidad y un estilo propios e inéditos, hasta sus últimos días fue atrevido.
Aprendió de sus errores y lo demostró cuando después de contados éxitos, se re-hizo y supo resurgir aún con más fuerza. Después de los discos clásicos de los setenta como “Ziggy Stardust”, “Aladdin Sane” y “Diamond dogs”, terminó la década con algunos lanzamientos más oscuros; sin embargo inició los ochenta con fuerza, gracias a singles como “Ashes to ashes”, “Under pressure” y “Let’s dance”, los tres, número 1 de ventas en Reino Unido.
En contra de la opinión de sus mánager, Bowie siempre procuraba dar lo mejor a sus fans, aunque eso implicara una fuerte inversión económica por su parte (a veces poco rentable). Un ejemplo es su gira de 1987, “The glass spider tour”: uno de los montajes más ambiciosos de la historia del rock.
Se comportaba como un perfecto gentleman con la prensa. Los periodistas que le han entrevistado cuentan que cuando al final de la charla aparecía el mánager para anunciar, como es de rigor, que el tiempo se había acabado, Bowie decía: “No, cinco minutos más. Estoy muy cómodo”. Así se ganaba al periodista.
Pese a crecer como músico en los sesenta y primeros setenta, no era de los que sentían una insana nostalgia por el pasado y estaba a la última en tecnología.
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