Toño Esquinca es mucho más que el locutor del morning show “Toño Esquinca y la Muchedumbre” o el Director de Alfa 91.3 FM. Es un líder de opinión.

tono-esquinca-entrevista

Cada mañana, de lunes a domingo y de 6 de la mañana a 1 de la tarde, una verdadera muchedumbre lo acompaña ya sea en la Ciudad de México, a través de las repetidoras nacionales de Grupo Radio Centro o por internet en todo el mundo.

Su programa completamente sui generis combina consejos, música, reflexiones, temas diversos, entrevistas y el concepto que su creador califica como “efecto positivo”. Un programa que ha convertido a Alfa en la segunda estación más escuchada de la Ciudad de México.

Esquinca asegura que se enfoca en el público entre 24 y 35 años, pero su audiencia es mucho más amplia: de 13 a 44 años de edad, según estudios.

Con una energía desbordante y una voluntad férrea, además de mucho ingenio, Toño se ha colocado en un lugar privilegiado gracias a un secreto: ir a contracorriente, hacer lo que nadie hace, no confiar en fórmulas y no esperar que nadie haga algo por él.

La historia de cómo llegó a convertirse en locutor es mágica, dice él. En todo caso es una historia increíble que comienza con su pasión por la música y que él mismo nos cuenta.

“Yo estudié Comunicación por la música, porque yo era un apasionado de la música, pero era un inepto. Nunca pude tocar, jamás pude hacer música, siempre fui arrítmico, me costaba un trabajo enorme llevar los tiempos. Entonces me metí a Comunicación porque era lo más ligado a la música que tenía.

“En aquel entonces estaban Rock 101, WFM, Luis Gerardo Salas, Alejandro González Iñárritu, Martín Hernández, talentos enormes en la radio. Yo quería ser como ellos”.

Sin embargo, entrar a la radio no siempre es fácil, y en su caso no lo fue. “Yo iba al Chopo, ese tianguis donde se intercambiaban discos, y el dueño de un puesto me dijo: ‘Están abriendo plazas en una estación de radio del IMER’. Una estación que se llamaba Conexión Acústica, luego Estereo joven, luego Órbita y hoy es Reactor. Dije, ‘ya sé dónde es, voy a presentar un proyecto, igual y puedo tener un turno al aire’. Y le doy gracias a Dios porque mi inicio fue tan mágico, pero tan mágico…

Como no conocía a nadie empecé a ir todos los días afuera de la estación,  y veía la logística de quien salía de traje, con mejor coche. 

“Me hice amigo del vigilante, le llevaba tortas, el chesco, y vi que todos los viernes a las dos en punto un señor cuyo nombre he olvidado salía en el mejor coche. Y en una de esas le dije al vigilante ‘voy a pasar a hablar con el director’. ‘Órale, pues pasa, a ver si te recibe’. Me da chance, me abre la puerta, entro y le digo: ‘Señor, traigo este proyecto…’. Y que me dice, poniéndose su saco, ‘dile a mi secretaria que te dé tiempo en el estudio, hazme un demo y me lo traes’. Nunca había hecho un demo. Me dieron una hora en el Estudio A del IMER, donde grababa Armando Manzanero y alguna vez también grabó Juan Gabriel. 

“Pero no pude hacer el demo, se me pasó la hora, no grabé ni madre, y dije: ‘Cualquier oportunidad, cualquier cosa que yo hubiera querido tener, ya se murió, se murió’. Regresé con la secretaria nada más para pedirle que me diera la oportunidad de agradecerle al licenciado y me dejó entrar. Y le dije ‘¿sabe qué? Tengo el programa más chingón del mundo, con la música más vanguardista, más especial del mundo y necesito hacer ese programa porque es lo más chingón que ustedes necesitan’”. 

Y en vez de correrlo, el director le dio un mes para entrar al aire los martes a las 11 de la noche siempre y cuando consiguiera un patrocinador. Eso fue otra hazaña, porque era fin de año y conseguirlo era casi imposible, con los presupuestos para publicidad agotados.

Pero la pasión de Toño era tan grande que aplicó la misma táctica para llegar con la dueña de Mixup, la cadena de tiendas de discos que dominó la Ciudad de México y el país completo en la década de los noventa.

 En el directorio encontró las oficinas de Mixup, donde de nuevo se fue a parar cada día para ver con quién debería hablar. Se dio cuenta que la gente se refería a “la señora” y un día vio a quién recibiría pronto. “Me voy al teléfono de la esquina corriendo y le hablo por teléfono a la secretaria Vane, que ya sabía que se llamaba Vane, todo mundo le decía así. Le digo ‘buenas tardes, soy Antonio Esquinca y vengo de una estación nueva que se llama Órbita. La señora me va a recibir ahorita. ¿Puedes confirmar mi cita?’. ‘No tengo ninguna cita a nombre de usted.¿Pero ella le dijo que lo iba a recibir?’. Sí. Es más, me dijo que me iba a recibir después de X (el nombre que había oído que tenía la siguiente cita). De hecho estoy aquí afuera nada más confirmando mi cita’.

“Así logré pasar con la señora, que no sabía ni cómo se llamaba, y le digo: ‘Le traigo un proyecto de neoprogresivo’. ‘¿y eso qué es?’. ‘Es de música nueva que va a salir en una estación que se va a llamar Órbita’. Quedó de hablarme.

Un día estoy nadando en la YMCA y me vocean. Era mi mamá: ‘La señora Emma quiere tener contigo una plática de lo que estabas buscando. Corro a mi casa, le marco y me dice: ‘Vamos a empezar el programa patrocinado pero no quiero martes a las 11:00 P.M. Te lo voy a patrocinar los viernes a las 8:00 P.M’. De esas llamadas de película de que cuelgas el teléfono y bailas y el mundo te lo puedes acabar”. Todavía consiguió que le dieran discos y al final se convirtió no en empleado del IMER, sino en broker. Mixup le pagaba a él y él compraba tiempo en el IMER. “Fue el tiempo más extraordinario de mi vida”. 

En el IMER todos lo odiaron. “Yo era el enemigo porque era el que habían impuesto los de ventas, el apestado”. Incluso no era del agrado de Aníbal Córdova, el programador. “Pero gracias a Dios, yo creo que Aníbal vio algo en mí y me dijo ‘te quieres ir conmigo a ACIR?’, cuando se fue a la iniciativa privada.

Pero las dificultades para Toño no terminaron ahí. La única plaza que Aníbal le consiguió fue de mensajero. “Pues bueno, era yo mensajero, hacía mis labores de 8:00 A.M. a 6:00 P.M. y después hacía la producción de una nueva estación que iba a tener el grupo, Óxido, y otra de música romántica que se llamaba Inolvidable. Además, tenía que hacer promos y nada de eso me pagaban, pero yo estaba feliz. Aníbal me daba boletos, incentivos, hasta que me consiguió otra plaza…de operador, de 12:00 P.M. a 6:00 A.M. Entonces estaba terminando aún mi carrera y tenía ahí horas de adjunto con un profesor para hacer mi servicio social en la UNAM. Lo que hacía cuando me ganaba mucho el cansancio, era poner en la madrugada, ‘Stairway to Heaven’ de Led Zeppelin, ‘Comfortably Numb”’ de Pink Floyd y otra de Meat Loaf y eso me daba 30 minutos para echarme una jetita.

“Comenzó Óxido, pero como era AM, se convirtió en un foro de la música alternativa. En FM estaban Radioactivo, Órbita, pero en Óxido estaba como una parte mucho más fidedigna de los movimientos de la música que estaban sucediendo no solo en la ciudad de México, sino en Latinoamérica. Era una plataforma muy emergente y logramos la identificación con mucha gente.

“Estuve ahí dos años y después me dieron la oportunidad en Milésimo Noveno, ya dentro del grupo Radio Centro, que era la joya de la corona en aquel entonces para la música en inglés, lo que a mí me interesaba. Me moví para hacer también la producción de Digital 99 y le pedí una oportunidad a Romeo Herrera para hacer un programa como el primero que hice en Órbita y me dio los domingos a las 9:00 P.M. Y yo era el más emocionado, el más feliz, pero todo el mundo me decía que nadie me iba a oír. 

“Pues gracias a Dios, empiezan a ver las mediciones y a ver que a las 9:00 de la noche el rating se iba a los cielos.Y Romeo Herrera me dice: ‘te vamos a dar tu programa de lunes a viernes, ya no los domingos, de 6:00 p.m. ¿Aceptas?’ ‘Claro, claro, por supuesto’. Eso fue en el 2001 y en el 2003 me cambian para el morning show, donde estoy desde entonces con la muchedumbre”.

¿Y cómo surge el concepto de efecto positivo? “En el ‘97, ‘98, cuando estaba en Óxido, que era una estación muy de rock, de música emergente, revolucionaria., estaba leyendo mucha metafísica, libros que ahorita le llaman la atención a mucha gente joven. Entonces empecé con el rollo de lo que tú crees, lo que tú hablas, es lo que estás atrayendo y estás manifestando y así. Y ponía una canción de Black Sabbath o de Chemical Brothers, que era lo más anti establishment, rebelde, y les hablaba de ángeles, de Jesucristo y de todo esto. Y quizá eso empezó a tener un plus en mi manera de ser, en mi manera de llevar la radio, no solo mi contenido, sino la música. También les empecé a poner a Juan Gabriel y primero me mentaban la madre. Y les decía ‘este es un genio, es otro genio, como David Bowie’. Es decir, empecé con las mezclas, los eclecticismos, y pasan dos semanas y veo que todos lo están tocando”.

Por supuesto, es súper interesante que a estas alturas de la vida todavía te pueda darse el lujo de proponer música. Sí, gracias a Dios. Pero, mira, Alfa es la punta de lanza en música en inglés. Si no es Alfa, no es nadie más. Juan Carlos Hernández y yo siempre oímos la música que es nueva, y yo digo “esta si va a pegar, esta no va a pegar, esta va a costar un chingo de trabajo y esta va a ser fácil”. Propongo algo y luego veo que muchas estaciones me van siguiendo. Yo estoy obligado, al menos por el compromiso moral que tengo y el cariño que le tengo a Alfa, de ser la estación que está presentando los número uno ahorita. Habrá muchos errores, pero habrá muchos aciertos. Esa es la idea fundamental de Alfa.

Ahora ya casi nadie apuesta por la música en la radio, le comento. “Ese es su problema, porque yo siento que ahí está exactamente el éxito del radio que nunca va a dejar de ser. Están los podcasts, pero vale la pena decir que el radio no ha dejado de existir en los principales países donde se produce la gente más importante del radio y que siempre van a marcar la tendencia, como es Inglaterra y USA. La radio sigue siendo la radio y sí, va apoyada ahorita con todo, todas las herramientas digitales, pero no creo que vaya a desaparecer jamás.

“En vez de un radio entras a una aplicación y me oyes en línea o me oyes cuando tú puedas, llegando a tu casa después de haberte bañado, lo que sea, en un podcast. Pero simplemente es el único medio que te da ese concepto de inmediatez, de viveza, de estar en vivo. Cuando fue la pandemia pasó algo muy curioso. La gente regresó al radio para saber qué estaba pasando, qué estaba abierto y qué estaba cerrado, y porque no hay nada igual que te haga sentir lo que cien mil personas están escuchando al mismo tiempo. Si te mandan saludar, si dicen tu nombre, si ponen una canción que te funciona y tú la estás compartiendo con 100 mil personas, con 1 millón de personas o en cadena nacional a través del live streaming o a través del radio en tu coche, no existe nada igual. Puedes consumir toda la música que quieras en tu streaming, en tu Spotify, pero Spotify no te va a dar ningún crecimiento.

“Es como cuando tú te sientas un fin de semana, un sábado en la tarde, y te la pasas viendo entre Netflix, Amazon Prime, lo que sea, todas tus plataformas, y no sabes qué película, no sabes qué serie empezar a ver si no te la recomendaron antes. Y en el radio, al menos Alfa, es decirte “te recomiendo que leas esta novela, que veas este programa, esta película, esto va a salir, etc. Te recomiendo que rompas tus algoritmos en la plataforma digital y oigas a este grupo. Entonces la gente te acepta, la mitad te acepta, la mitad no. ‘Mañana vuelvo a oír este güey, a ver qué otra cosa me recomienda. Ya no me recomendó nada de música, pero sí un libro. Me voy a ir a leer ese libro’. Ese es el efecto positivo”.

Ahora entiendo, Toño, ese es tu secreto, aunque está a la vista de todo el mundo. Gracias por tan apasionada entrevista.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

× ¿Cómo puedo ayudarte?